La casa de Asterión.
(Si las historias son infinitas, este es mi cuento favorito, ya que lo infinito no tiene que ser extenso, también puede ser breve como un instante o una eternidad. Las razones no son muchas, solo dos: su simpleza y muda de narrador. Esta segunda es efecto estructural que detona acompañada de la historia en un desenlace sobrecogedor. Sí, es cierto, de la primera a la tercera persona hay un abismo. Sin embargo, Borges, una vez más, reta a la literatura y logra concatenar la trama, sin que se note el cambio de narrador justo antes del final. El lector, desconcertado, notará esta argucia cuando el texto haya terminado y deberá regresar sobre sus líneas, como un minotauro en busca de la muerte. Borges es el redentor de sus lectores.) Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiert...