QUE LA VENGANZA SEA CONTIGO


RELATOS SALVAJES (2014)
Director: Damián Szifrón
Duración: 122 minutos.

La película nos transmite, en pocos segundos, que el tipo goza de éxito en el ámbito profesional: elegante terno azul oscuro, camisa blanca, gafas de sol; además de su porte altivo que frisa con la pedantería. Blindado por su auto, un Audi A4 del año, atraviesa la carretera que conecta Cafayate y Salta, en el norte argentino. Los espléndidos Valles Calchaquíes, más allá de las lunas polarizadas, pasan rápidamente mientras aprieta el acelerador con energía y la máquina ruge; la velocidad de la soberbia. De pronto, en el zigzagueante camino aparece un vehículo viejo y destartalado que, sin motivo aparente, le cierra el paso.
Lo que sucede después en El más fuerte, una de las seis historias que componen la cinta Relatos salvajes, sintetiza brillantemente uno de los conflictos argentinos más arraigados: el histórico encuentro —más bien, desencuentro— entre Buenos Aires (próspera, moderna y prepotente) y las provincias (localidades del interior, campestres y agrícolas, que miran de lejos el crecimiento de la capital), cuyo desenlace es una burla maligna, a modo de metáfora, que puede dar luces sobre la incomprensible actualidad económica y social de aquel país inmenso y apasionante.
Las cinco historias restantes son igual de salvajes.
En Pasternak, la primera, Damián Szifron, escritor y director del filme, demuestra sus destrezas narrativas en una trama potente que representa el proselitismo más rabioso de la venganza. Un vértigo delicioso revienta en escena, a la vez que un humor negro invita a que nos burlemos desaforadamente de la desgracia ajena. Y nos deja queriendo más.
Luego, en Las ratas, surge lo mejor de la fotografía en un relato nocturno, bajo la lluvia. Aquí resalta la actuación de la experimentada Rita Cortese en un papel de harta carga social, que encarna la voz de quienes sufren las injusticias del mundo y las decantan durante toda una vida, hasta que esa frustración explota. Y el personaje antagónico unifica el tridente siniestro formado por la política, el poder y la corrupción.
Pero el papel más complejo de la obra es el interpretado por Ricardo Darín en Bombita. Se trata de un hombre común, de clase media, que padece por las incongruencias de las leyes y la inflexibilidad de la burocracia. Un relato infestado de mensaje social que sintoniza con la cotidianeidad de los países latinoamericanos (y más allá, es muy probable), y por el cual se eligió este eslogan para promocionar la película: “Todos podemos perder el control”.
La corrupción, la mentira y la extorsión están presentes también en La propuesta. Mauricio, interpretado por Óscar Martínez, debe proteger a su familia, y para ello tendrá que atravesar los límites de la moralidad; algo que realiza sin el menor remordimiento. Un cuento cinematográfico que satiriza la clamorosa podredumbre del sistema estatal y judicial, y expone cómo muchos no tienen límites cuando el dinero es lo que está en juego.
Y la cinta de Szifron culmina, cómo no, con una historia de amor (una real historia de amor, mejor dicho), que detona en la cara de los espectadores a través de una carga de ira, llanto y dolor. La tensión en Hasta que la muerte nos separe se mantiene durante toda la trama gracias a la impecable e inquietante actuación de Érica Rivas, quien, en el día de su boda, se convierte en la peor pesadilla de su esposo, personaje interpretado por Diego Gentile.
Como el mejor libro de cuentos, estas historias se engarzan de forma magistral, siendo la venganza el gran hilo conductor. La tesis del filme —ese subtexto que debe tener toda buena narración— demuestra que la locura está soterradamente presente en la naturaleza humana, solo hay que presionar el botón de la desesperación para activarla, y desde allí ya no hay vuelta atrás. La venganza, en Relatos salvajes, se hace coherente, se comprende y se perdona. Incluso, hasta se aplaude.

[Setiembre, 2014. Revista SoHo Perú, columna Cinépata,  www.soho.com.pe

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