Permiso, Don Bryce
Debido a lo acontecido con Alfredo Bryce, creo que es conveniente recordarlo cuando era entrañable (Beto Ortiz le dice “El Entrañable”, no me quejo).
Les entrego entonces una crónica que hice con motivo a la presentación de Permiso para sentir, su segundo volumen de anti-memorias, hace ya un tiempo.
A su salud, maestro.
Miércoles 1 de junio, 7:30p.m. Alfredo Bryce ingresa al lobby del Hotel Miraflores Park Plaza acompañado de sus presentadores, Fernando Ampuero y Alonso Cueto. Viste un terno gris y una corbata “michi” de color verde. “Es la primera vez, después de 40 años, que me pongo una de estas corbatas en el Perú. Las he usado en todo el mundo menos aquí, por el qué dirán”, comenta sonriente. Le pregunta –con esmerada discreción- a uno de los agentes de seguridad del hotel si hay bar en el lobby.
Primer vaso con vodka. Puro, con dos hielo. Bryce bebe sorbos prolongados en el bar mientras espera a Abelardo Sánchez León, también presentador de Permiso para sentir, el segundo volumen de antimemorias bryceanas. Balo aparece, por fin. Bryce luego comentaría que acababa de llegar proveniente de Guanajuato en un vuelo de 26 horas, y que a pesar de eso, había llegado antes que Balo, pero que ya está acostumbrado a su impuntualidad.
Salón Copacabana. Auditorio repleto. Ingresa la comitiva literaria comandada por Germán Coronado, soberano de la editorial Peisa. Bryce le susurra algo al oído a Germán. Cuando Fernando Ampuero se dispone a hablar, un mozo lleva al estrado un botella de vodka Absolut. La abre a vista de los bebedores como mandan los cánones de la etiqueta social.
Segundo vaso con vodka. Ampuero resalta el compromiso que tiene este libro de decir las cosas claras. “En Permiso para sentir se encuentra tanto el Bryce amigo como el enemigo”, dijo, resaltando también que este segundo volumen contiene pasajes de ataque frontal hacia los enemigos de Bryce Echenique, a los cuales trata con dureza.
Tercer vaso con vodka. Por su parte, Alonso Cueto se centró en el inconfundible estilo literario del autor que descubrió cuando leyó Un Mundo para Julius. “Este texto tiene un sello inconfundible, como todos los otros de Alfredo, que lo hacen irrepetible, porque está plagado de pensamientos verdaderos”.
Cuarto vaso con vodka. Toma la palabra Abelardo Sánchez León. “Vivir con Alfredo es una experiencia maravillosa. La rutina lo desespera. La realidad le parece demasiado aburrida, por eso tiende a exagerarla, a convertirla en literatura”, dijo visiblemente emocionado.
Quinto vaso con vodka. Esta vez es un sorbo delgado, casi instantáneo. Alfredo Bryce se acerca el micrófono para confesarle al público que no se fue a Francia para convertirse en escritor sino para graduarse de Bohemio. “Cuando estaba firmando libros en una librería de Paris, se me acercó una señora que me pidió que le firme el libro. Lo hice. Pero lo curioso es que también me pidió que se lo empaquete y que le haga un recibo, entonces me di cuenta que me había confundido con un empleado. Estoy seguro que eso nunca le ha pasado a Camus, Cortázar y menos a Vargas Llosa”, cuenta entre soberanas carcajadas.
El autor adelanta que se tercer volumen de antimemorias que escribirá dentro de algún tiempo se llamará Arrabal de Senectud. “Será un libro igual que este donde respeto mucho a la memoria. Este es un texto fidedigno, muy apegado a lo real”. Y agrega: “Estas memorias van directo al corazón de sus lectores. Muchas de las personas de las que hablo en este libro me han ayudado a reconstruir los hechos que consigno”.
Aplausos prolongados y delirantes después de que el autor hablara durante casi una hora. Luego de escucharlo, parece que las innumerables anécdotas de las que se compone este volumen fueran parte de la mejor de las novelas. Ya en la recepción, Alfredo aparece sonriente y feliz con ese look Martín Romaña del que alguna vez escribió Joaquín Sabina. Lleva otro vaso con vodka en la mano y parece que para él la noche aún está empezando.
Rubén Barcelli
Publicada en la revista 5to Poder.
Les entrego entonces una crónica que hice con motivo a la presentación de Permiso para sentir, su segundo volumen de anti-memorias, hace ya un tiempo.
A su salud, maestro.
Alfredo Bryce conmueve y enseña a la vez। Permiso para sentir, su segundo volumen de anti-memorias, se compone de un periplo de anécdotas entrañablemente divertidas que nos enseñan a tomarnos la vida no muy en serio
Miércoles 1 de junio, 7:30p.m. Alfredo Bryce ingresa al lobby del Hotel Miraflores Park Plaza acompañado de sus presentadores, Fernando Ampuero y Alonso Cueto. Viste un terno gris y una corbata “michi” de color verde. “Es la primera vez, después de 40 años, que me pongo una de estas corbatas en el Perú. Las he usado en todo el mundo menos aquí, por el qué dirán”, comenta sonriente. Le pregunta –con esmerada discreción- a uno de los agentes de seguridad del hotel si hay bar en el lobby.
Primer vaso con vodka. Puro, con dos hielo. Bryce bebe sorbos prolongados en el bar mientras espera a Abelardo Sánchez León, también presentador de Permiso para sentir, el segundo volumen de antimemorias bryceanas. Balo aparece, por fin. Bryce luego comentaría que acababa de llegar proveniente de Guanajuato en un vuelo de 26 horas, y que a pesar de eso, había llegado antes que Balo, pero que ya está acostumbrado a su impuntualidad.
Salón Copacabana. Auditorio repleto. Ingresa la comitiva literaria comandada por Germán Coronado, soberano de la editorial Peisa. Bryce le susurra algo al oído a Germán. Cuando Fernando Ampuero se dispone a hablar, un mozo lleva al estrado un botella de vodka Absolut. La abre a vista de los bebedores como mandan los cánones de la etiqueta social.
Segundo vaso con vodka. Ampuero resalta el compromiso que tiene este libro de decir las cosas claras. “En Permiso para sentir se encuentra tanto el Bryce amigo como el enemigo”, dijo, resaltando también que este segundo volumen contiene pasajes de ataque frontal hacia los enemigos de Bryce Echenique, a los cuales trata con dureza.
Tercer vaso con vodka. Por su parte, Alonso Cueto se centró en el inconfundible estilo literario del autor que descubrió cuando leyó Un Mundo para Julius. “Este texto tiene un sello inconfundible, como todos los otros de Alfredo, que lo hacen irrepetible, porque está plagado de pensamientos verdaderos”.
Cuarto vaso con vodka. Toma la palabra Abelardo Sánchez León. “Vivir con Alfredo es una experiencia maravillosa. La rutina lo desespera. La realidad le parece demasiado aburrida, por eso tiende a exagerarla, a convertirla en literatura”, dijo visiblemente emocionado.
Quinto vaso con vodka. Esta vez es un sorbo delgado, casi instantáneo. Alfredo Bryce se acerca el micrófono para confesarle al público que no se fue a Francia para convertirse en escritor sino para graduarse de Bohemio. “Cuando estaba firmando libros en una librería de Paris, se me acercó una señora que me pidió que le firme el libro. Lo hice. Pero lo curioso es que también me pidió que se lo empaquete y que le haga un recibo, entonces me di cuenta que me había confundido con un empleado. Estoy seguro que eso nunca le ha pasado a Camus, Cortázar y menos a Vargas Llosa”, cuenta entre soberanas carcajadas.
El autor adelanta que se tercer volumen de antimemorias que escribirá dentro de algún tiempo se llamará Arrabal de Senectud. “Será un libro igual que este donde respeto mucho a la memoria. Este es un texto fidedigno, muy apegado a lo real”. Y agrega: “Estas memorias van directo al corazón de sus lectores. Muchas de las personas de las que hablo en este libro me han ayudado a reconstruir los hechos que consigno”.
Aplausos prolongados y delirantes después de que el autor hablara durante casi una hora. Luego de escucharlo, parece que las innumerables anécdotas de las que se compone este volumen fueran parte de la mejor de las novelas. Ya en la recepción, Alfredo aparece sonriente y feliz con ese look Martín Romaña del que alguna vez escribió Joaquín Sabina. Lleva otro vaso con vodka en la mano y parece que para él la noche aún está empezando.
Rubén Barcelli
Publicada en la revista 5to Poder.
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