Una novela al pie del abismo। RESEÑA
Hotel Lima
Miguel Ildefonso
Mesa Redonda, Lima, 2006
El escenario de Hotel Lima es una ciudad poseída por la guerra social y política desatada en el Perú hasta principios de los noventa. Aquel submundo urbano limeño es constantemente bombardeado y está a punto de estallar.
Es allí, en la habitación 283 del Hotel Lima en La Victoria, donde el mítico pintor Víctor Humareda —protagonista de la obra junto con Dante, el presunto álter ego del autor— oculto en su guarida decadente, ensaya diálogos exquisitos con Marilyn Monroe y el Arlequín, dos de las más célebres imágenes de sus cuadros, convertidos también en personajes. Precisamente, lo más valioso de la primera novela de Miguel Ildefonso es la presencia, a veces fantasmal a veces iluminadora, de Humareda. Y es que la narración lo explora en sus actitudes más cotidianas, en su forma de vida precaria y en su consabida genialidad.
El narrador se nutre del ser del pintor y escribe como si fuera él, tan visceral y vulgar, tan poético, como en Notas al pie del abismo del mismo Humareda. “Hacía tiempo que pocas cosas me importaban. Cada vez más me despojaba de mis pertenencias. Eso me lo recordaba el loco que dormía sobre cartones, me lo repetía el niño harapiento que dormía en las escaleras de una iglesia, me lo gritaban los vientos en un lenguaje tan antiguo como la muerte. Así llegaba el amanecer, mirando desde la calle más oscura, sin poder distinguir el dolor del placer o la angustia del cansancio. La ciudad ante mí, se iba convirtiendo en una hermosa pesadilla” (77).
El gran hilo conductor del libro es Dante, un joven estudiante universitario que (sobre) vive sumergido en su entorno social y en las mujeres. Así, la presencia femenina, en Hotel Lima, es la encarnación del deseo y el sexo, pero también de la añoranza. Se relatan encuentros furtivos y promiscuos, y recuerdos cómplices, como el de Silvia, uno de los amores pueriles de Dante. En muchos momentos, las mujeres guían la trama, y es una de ellas quien lo conduce a un grupo llamado la No-Poesía: “Una organización secreta de poetas que, entre otras actividades clandestinas, estaba la de hacer detonar bombas por diferentes sitios de la ciudad en horas de la madrugada” (13). Dante se insertará en el borrascoso modus operandi de este grupo mientras reflexiona acerca de un misterioso libro que escribe y que lo atormenta y que, finalmente, destruye, página por página.
La tan bien lograda relación del libro con su (sórdida) ciudad y su devenir elevan a esta obra al pedestal de las más valiosas apariciones literarias de 2006. Es una de las muestras más intimistas de lo que se vivía en el Perú en aquellos años, impregnada en todo momento del inconfundible hedor del temor y de la desesperanza. Nos encontramos ante una novela de atmósfera y con olor a pichi de ángel en donde Humareda, como congelado en un daguerrotipo, baila un bolero burdelero con Marilyn; sonríen mientras rozan sus cachetes sin importarles que todo allá afuera se esté yendo a la mierda.
Rubén Barcelli
Miguel Ildefonso
Mesa Redonda, Lima, 2006
El escenario de Hotel Lima es una ciudad poseída por la guerra social y política desatada en el Perú hasta principios de los noventa. Aquel submundo urbano limeño es constantemente bombardeado y está a punto de estallar.
Es allí, en la habitación 283 del Hotel Lima en La Victoria, donde el mítico pintor Víctor Humareda —protagonista de la obra junto con Dante, el presunto álter ego del autor— oculto en su guarida decadente, ensaya diálogos exquisitos con Marilyn Monroe y el Arlequín, dos de las más célebres imágenes de sus cuadros, convertidos también en personajes. Precisamente, lo más valioso de la primera novela de Miguel Ildefonso es la presencia, a veces fantasmal a veces iluminadora, de Humareda. Y es que la narración lo explora en sus actitudes más cotidianas, en su forma de vida precaria y en su consabida genialidad.
El narrador se nutre del ser del pintor y escribe como si fuera él, tan visceral y vulgar, tan poético, como en Notas al pie del abismo del mismo Humareda. “Hacía tiempo que pocas cosas me importaban. Cada vez más me despojaba de mis pertenencias. Eso me lo recordaba el loco que dormía sobre cartones, me lo repetía el niño harapiento que dormía en las escaleras de una iglesia, me lo gritaban los vientos en un lenguaje tan antiguo como la muerte. Así llegaba el amanecer, mirando desde la calle más oscura, sin poder distinguir el dolor del placer o la angustia del cansancio. La ciudad ante mí, se iba convirtiendo en una hermosa pesadilla” (77).
El gran hilo conductor del libro es Dante, un joven estudiante universitario que (sobre) vive sumergido en su entorno social y en las mujeres. Así, la presencia femenina, en Hotel Lima, es la encarnación del deseo y el sexo, pero también de la añoranza. Se relatan encuentros furtivos y promiscuos, y recuerdos cómplices, como el de Silvia, uno de los amores pueriles de Dante. En muchos momentos, las mujeres guían la trama, y es una de ellas quien lo conduce a un grupo llamado la No-Poesía: “Una organización secreta de poetas que, entre otras actividades clandestinas, estaba la de hacer detonar bombas por diferentes sitios de la ciudad en horas de la madrugada” (13). Dante se insertará en el borrascoso modus operandi de este grupo mientras reflexiona acerca de un misterioso libro que escribe y que lo atormenta y que, finalmente, destruye, página por página.
La tan bien lograda relación del libro con su (sórdida) ciudad y su devenir elevan a esta obra al pedestal de las más valiosas apariciones literarias de 2006. Es una de las muestras más intimistas de lo que se vivía en el Perú en aquellos años, impregnada en todo momento del inconfundible hedor del temor y de la desesperanza. Nos encontramos ante una novela de atmósfera y con olor a pichi de ángel en donde Humareda, como congelado en un daguerrotipo, baila un bolero burdelero con Marilyn; sonríen mientras rozan sus cachetes sin importarles que todo allá afuera se esté yendo a la mierda.
Rubén Barcelli
Publicada en la revista virtual AEROPUERTO
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R.Y.